viernes, 1 de abril de 2011

z Epílogo

Me pide mi buen amigo Julián que le escriba unas palabras, a modo de epílogo, a un libro destinado para servir de ayuda a un grupo de personas circunstancialmente privadas de libertad. Sin duda es el encargo más importante y de más responsabilidad que he recibido en mucho tiempo. Responsabilidad por la persona de su autor, de la materia a que se refiere y por las personas que pueden beneficiarse de su contenido. Y, todo hay que decirlo, porque resulta complicado explicar el porqué de algunas reacciones sociales y de las soluciones que las gentes del derecho proponemos.
No son estos buenos tiempos para la libertad. Parece que la sociedad se siente atemorizada por algunos fenómenos que no alcanzamos a comprender. No parece que estemos dispuestos a aceptar esos sucesos como parte de la propia vida misma. Y frente a este temor, la única respuesta se busca en el derecho penal y nos afanamos en hacer  leyes que castigan más y más con la cárcel, endureciendo el código y las leyes procesales penales. Se olvidan, en cambio, algunas otras cosas sencillas, como ponernos en el lugar del otro, cualquiera que éste sea, para tratar de comprender la causa de los comportamientos que nos atemorizan. La vida es algo mas complejo que poner a un lado a los ciudadanos declarados decentes, y al otro a los ciudadanos peligrosos, entre otras cosas porque no están claros los límites de esos mismos conceptos y porque algunas de las cosas de las que hacen los declarados decentes contribuyen a crear otros ciudadanos peligrosos. ¿Qué otra cosa es sino olvidarnos de dar a nuestros niños una educación digna e igualitaria  o  no facilitar que aquellos que vienen a buscar una vida mejor encuentren un camino mas fácil para vivir entre nosotros y acaben siendo nosotros?, ¿Qué otra alternativa a la vida ofrecemos a los jóvenes que una precipitada salida a un mercado competitivo y hostil? En resumen, mucho queda por hacer para que las leyes que organicen nuestra sociedad no sean sólo las leyes de la economía y el mercado, basada en grandes y abstractas cifras que pasan por encima de la vida de las personas y contribuyen a distanciarnos, etiquetarnos y clasificarnos haciendo un uso abusivo de las  leyes penales.
            Por eso, este libro es útil y necesario. Porque enseña a defender los derechos de los otros y de uno, que es también enseñar a comprender y a convivir. Y porque apunta la  esperanza de ser comprendido o, por lo menos, nos la devuelve en poder resolver algunos de los problemas que, tal vez injustamente, estamos entre todos creando, y, sobre todo, porque se convierte en herramienta esperanzadora para un colectivo de personas que necesitan toda la ayuda posible porque están carentes de lo mas importante que es la libertad.
            Así que, Julián, gracias por el libro.

Félix Pantoja García.
Fiscal. Vocal del Consejo General del Poder Judicial.



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